martes, 2 de enero de 2007

Cambia todo Cambia


Hacia tiempo que no sentia un dolor muscular como el del Domingo a la mañana sin saber como lo engendré.
El mismo comenzaba a la altura de las costillas recorriendo la franja lateral de mi cuerpo hasta el cuello. Mi brazo derecho pedía clemencia cada vez que mi esófago solicitaba ese sacrosanto vaso de agua luego de una jornada de noche y excesos vivida el 30. Hay que ser realistas, mi vida nocturna si bien no disminuyo, había rumbeado para otros horizontes que nada tenían que ver con aquella época glamorosa en donde los mega-boliches con infinidad de luces sicodélicas y féminas del más alto nivel habían pasado a ser cosa de todos los días. El Freixenett reposando en la cubetera del mismo nombre que ponía un manto Puntaesteño a cada noche, poco a poco fue dejando lugar a las noches arrabaleras de pequeñas tertulias bailables al ritmo de las improntas y heladas cervezas.
Aunque yo sabía que el momento de ponerme nuevamente cara a cara con aquella versión de la noche iba a llegar, no pensé que tan rápido. Falto de forma y estado, la enfrente a capa y espada como en otras épocas. Me amure en una de las barras Top del boliche visitado, y sentí las pupilas de la noche que me miraban desafiante esperando un movimiento en falso.
Las horas pasaban y la noche me ponía los obstáculos que en otro momento eran juguete de niños.
Intentó por todos los medios vencerme, pero yo demostraba que no había perdido alguna de las mañas a la hora de enfrentar la “infantería” del adversario. Poco a poco recordaba heridas de enfrentamientos pasados cual Balboa en Rocky V, provocando en mis pasos de baile cierta descoordinación.
La noche saldo las cuentas pendientes que tenía conmigo, las mieles de la victoria no fueron saboreadas por ninguno de los dos, aunque me dejo golpes y heridas de una guerrilla sin cuartel.
El dolor del brazo derecho se mostraba como el vestigio más importante, siendo la manera más eficaz de hacerme frente. La noche, aliada de DJ Sapo, se encargo de que el punchi punchi fuera letal. Poco a poco comenzó a caerme la ficha del origen de aquel extraño dolor. Los 10354 golpes de puño cerrado al ritmo de la música mencionada anteriormente habían provocado un calambre propio de la inactividad. Mis articulaciones debieron mutar del 2-1 / 2-1 al más monótono movimiento marchoso del momento.
Es como aquel 5 que lo ponen de 8, o aquel 10 que lo ponen de punta. Me costo, no voy a decir que no, máxime luego de sufrir lo del brazo, pero de todas formas y mas allá de la lucha que tuvimos, la noche y yo sabemos que el lugar es una anécdota geográfica.

ITO BARBÉ

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