sábado, 23 de diciembre de 2006

El EFECTO 24DIC




Ayer cometí un error.
Luego de una ardua jornada de trabajo, va... trabajo... trabajo es trabajar la tierra. Luego de una ardua jornada de andar entre papeles multicolores, comenzó a apoderarse de mi cuerpo ese Francis Ford Coppola que todos tenemos dentro pero que nunca nos presto dinero en momentos de crisis.
A pesar de ser Martes me decidí a visitar el cine en busca de alguna película que obligara a mis diezmadas neuronas a comenzar con tríceps y bíceps a conciencia.
En realidad quería hacer algo que demandara una cierta atención de los presentes asegurándome de que nadie me iba a dirigir la palabra.
Convencido de mi propuesta emprendí el camino hacia el Montevideo Shopping.
Primer Error. Vícitima de la ansiedad que provoca mi trago favorito de las tardes Cafiaspirina Plus on the Coke, tuve una lucha greco-romana con mi brazo derecho tratando de impedir que este formara un angulo de 90 grados con mi cuerpo en busca de un taxi. Obviamente mi estado físico, que no es el mismo de otra épocas, se vio avasallado y superado.
Antes de expresarle mi destino, la frase de rigor no se hizo esperar.
-“Que tiempo loco este...”
Yo, que fui enviado en múltiples oportunidades a Manantiales en busca de superar mi adicción al Taxímetro, me remití a palabras sabias de algún personaje urbano.
-“Hay que salir con Paraguas y Sombrilla”
Si bien no dice mucho, es una premisa que ante el viaje corto el pasajero se asegura que el Taxista de turno entre rebaje y rebaje triture sus neuronas pensando en la respuesta, postergando su sarta de preguntas estúpidas de siempre.
Llegue al Shopping y el ambiente no era el mejor.
Producto de la humedad reinante, mi cuerpo venido en kilos, que si pensamos en el dinero invertido que hay en este abdomen pasarian a ser quilates, sudaba cual testigo falso. Aquel aroma Armani que caracteriza mis mañanas se había mixturado con aquel creciente aroma a pez difunto formando un olorzuelo imponente.
Comenzó mi tortura cuando empuje esa puerta de vai-ven y le vi la cara al diablo.
Dos pasos fueron suficientes para ser atropellado por cuatro personas y sus veinticinco bolsas de Zara, y quince de Tienda Inglesa.
Su caras trasmitían Apocalipsis, como si en realidad el que llegase el 24 a las 12:00 sea Demian acompañado de sus tres 6, y no el gordo pedorro cagado de calor en compañía de sus tres, pero renos.
El transito era realmente peligroso, una lucha sin cuartel en donde salía victorioso el que mejor gambeteara a las bolsas de Biba (dado su poder cortante en las puntas), o aquel que se limitara a permanecer en los vestidores.
Aunque mi objetivo estaba entre ceja y ceja, el infierno por donde transitaba me tenia deparada una sorpresa, la promotora de Polo Black. Una belleza de la creación que me semblanteaba a medida que me acercada y a la cual yo miraba con ojos de winner.
La zona cercana al ascensor destinado al stand sería el lugar elegido para dicho encuentro. Caminó un paso y me ofreció rosearme con el frasco, negro obviamente, sonriéndome de manera felina, a lo que yo demostrando clara falta de distancia y destiempo le dije que los perfumes me daban alergia....un loser.
Al salir del pozo sicológico que provoco su risa burlona, comprendí que no era mi día.
La vorágine continuaba y la gente se atrincheraba detrás de los puestos de Movistar y Ole Ole, esperando el momento de atacar a otro comprador.
Al llegar al Movie Center lo que había vivido minutos atrás se minimizo cual victima de una pastilla de chiquitolina al observar a lo que me enfrentaba.
Cerca de medio millón de personas en una fila india que llegaba a india, y otro tanto comprando chucherias gastronómicas hacían que el hall de ingreso fuera un recital de Roxette. La cola para sacar entradas con la tarjeta del Boston estaba relativamente liviana, el tema era que yo no poseía dicha tarjeta. Igualmente fiel a mi calidad de artesano de la vida usufructué la cola con la excusa de llegar a la caja y tranformar mi rostro en el de Gizmo evidenciando una confusión. No funciono, un individuo octogenario, victima de alguna droga liviana, encendió la mecha del insulto, provocando un efecto dominó intratable.
Era inútil, las cercanías a las fiestas tradicionales transforman a la gente, en gente apurada. La lleva a un ritmo complicado, difícil, como si luego de las mismas el mundo cambiase. Hay que ir al cine antes de las fiestas, hay que comprar provisiones suficientes antes de las fiestas, hay que cortarse el pelo antes de las fiestas.
La navidad y el año nuevo embobecen a las personas a tal punto que luchan en los supermercados en busca de alimentos y comidas tradicionales y adecuadas pero para otra parte del hemisferio.
Igualmente Salud, porque el chasquido de una copa es universal.

ITO BARBÉ

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